Camino de esperanza.

I Domingo de Adviento. Ciclo A
30 noviembre, 2019
Ora 30′. Oraciones disponibles aquí.
2 diciembre, 2019

 

 

¡Hola! Nuevamente la Iglesia nos muestra un camino. Y nos invita a caminar.

El tiempo de Adviento presenta un doble aspecto: por una parte, es el tiempo de preparación a la solemnidad de la Navidad, en la cual se conmemora la primera “venida” del Hijo de Dios y, por otra, con este recuerdo se dirige nuestra atención hacia la expectación de la “segunda venida” de Cristo al final de los tiempos. Por esta doble razón se presenta el Adviento como el tiempo de la alegre esperanza. Nuestra vida cristiana adquiere sentido a partir de estos dos momentos históricos: la Encarnación de Cristo que nos diviniza y la Parusía que lleva esta obra a su total cumplimiento. El cristiano vigila, y espera siempre la venida del Señor.

El Adviento es también tiempo de conversión. Porque ¿cómo podemos buscar al Señor si no reconocemos que tenemos necesidad de Él? Nadie deseará ser liberado si no se siente oprimido. La pobreza espiritual es aquella actitud de sentirse necesitado de Aquél que es más fuerte que nosotros. Es la disposición para acoger todas y cada una de sus iniciativas.

Este camino no se acaba nunca. Así como en la vida de cada uno de nosotros siempre hay necesidad de comenzar de nuevo, de volver a levantarse, de volver a encontrar el sentido de la meta de la propia existencia, de la misma manera para la gran familia humana es necesario renovar siempre el horizonte común hacia el cual estamos encaminados. ¡El horizonte de la esperanza! Es ese el horizonte para hacer un buen camino. El tiempo de Adviento, que hoy de nuevo comenzamos, nos devuelve el horizonte de la esperanza, una esperanza que no decepciona porque está fundada en la Palabra de Dios. Una esperanza que no decepciona, sencillamente porque el Señor no decepciona jamás. ¡Él es fiel!, ¡Él no decepciona! ¡Pensemos y sintamos esta belleza!

Recordad siempre esto: la vida es un camino. Un camino para encontrar a Jesús. Al final, y siempre. Un camino donde no encontramos a Jesús, no es un camino cristiano. Es propio del cristiano encontrar siempre a Jesús, mirarle, dejarse mirar por Jesús, porque Jesús nos mira con amor, nos ama mucho, nos quiere mucho y nos mira siempre. Encontrar a Jesús es también dejarte mirar por Él.

En la imagen vemos que el «camino» nos lleva al «manantial de agua viva»

Se nos da este tiempo litúrgico para renovar la esperanza, para que en la intensidad de la oración irrumpa el grito que nace del corazón de la Iglesia: «MARANA THA, ven Señor Jesús» (Ap 22,20).

 

 

 

Ora 30´

rezandovoy