Como María…»de prisa…»

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8 agosto, 2020
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Bendita tú entre las mujeres
En la primera parte del evangelio de hoy resuenan las palabras de Isabel, “Bendita tú entre las mujeres”, María deja Nazaret, situada al norte de la Palestina, para dirigirse al sur, a casi ciento cincuenta kilómetros, a una localidad que la tradición identifica con la actual Ain Karen, poco lejana de Jerusalén.. El moverse físico muestra la sensibilidad interior de María, que no está cerrada para contemplar de modo privado el misterio de la divina maternidad que se encierra en ella, sino que es lanzada sobre el sendero de la caridad.
Ella se mueve para llevar ayuda a su anciana prima. El dirigirse de María a Isabel es acentuado por el añadido “de prisa” que San Ambrosio interpreta así: «María se puso de prisa en camino hacia la montaña, no porque fuese incrédula a la profecía o incierta del anuncio o dudase de la prueba, sino porque estaba contenta de la promesa y deseosa de cumplir devotamente un servicio, con el ánimo que le venía del íntimo gozo…»
«La gracia del Espíritu Santo no comporta lentitud”.El verdadero motivo del viaje no está indicado, pero se puede figurar a través  del contexto. El ángel había comunicado a María la preñez de Isabel, ya en el sexto mes (cfr. v.37). Además el hecho de que ella se quedase tres meses (cfr. v.56), justo el tiempo que faltaba para nacer el niño, permite creer que María quería llevar ayuda a su prima.
María corre y va a donde le llama la urgencia de una ayuda, de una necesidad, demostrando, así, una finísima sensibilidad y concreta disponibilidad.
A primera vista parecería una escena concentrada en las dos mujeres, en realidad, lo que importa para el evangelista es el prodigio presente en sus dos respectivas concepciones. La movilización de María, tiende, en el fondo, a que las dos mujeres se encuentren.
Apenas María entra en casa y saluda a Isabel, el pequeño Juan da un salto.
Así lo comenta san Ambrosio: “Isabel oyó antes la voz, pero Juan percibió antes la gracia”. Una confirmación de esta interpretación la encontramos en las mismas palabras de Isabel que, tomando en el v. 44 el mismo verbo ya usado en el v. 41, precisa: “Ha saltado de gozo en mi seno.”Las palabras de Isabel “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿A qué debo que la madre de mi Señor venga a mí?” (vv. 42-43). Con una expresión semítica que equivale a un superlativo (“entre las mujeres”), el evangelista quiere atraer la atención  sobre la función de María: ser la «Madre del Señor”. Y por tanto a ella se le reserva una bendición (“bendita tú”) y dichosa beatitud. la hace persona que sabe aceptar y adherirse a la voluntad de Dios. María es una criatura que cree, porque se ha fiado de una palabra desnuda y que ella la ha revestido con un “sí” de amor. Ahora Isabel le reconoce este servicio de amor, identificándola “bendita como madre y dichosa como creyente”.

 

 

 

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