DIOS DE VIVOS

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Julia Stankova

Lc 20,27-38.

En aquel tiempo, se acercaron algunos saduceos, los que dicen que no hay resurrección, y preguntaron a Jesús:
(…) «En este mundo los hombres se casan y las mujeres toman esposo, pero los que sean juzgados dignos de tomar parte en el mundo futuro y en la resurrección de entre los muertos no se casarán ni ellas serán dadas en matrimonio. Pues ya no pueden morir, ya que son como ángeles; y son hijos de Dios, porque son hijos de la resurrección.
Y que los muertos resucitan, lo indicó el mismo Moisés en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor: “Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob”. No es Dios de muertos, sino de vivos: porque para él todos están vivos».

 

Un domingo para adentrarnos en nuestro modo de esperar la resurrección. La que nos hace experimentar ya ahora pequeñas briznas de vida transfigurada, una vida de gran confianza.

“En el centro de nuestro ser hay un punto de nada que no ha sido tocado por el mal ni por la falacia, un punto de pura verdad, un punto o chispa que pertenece por entero a Dios, que nunca está a nuestra disposición, desde el cual Dios dispone de nuestras vidas, y que es inaccesible a las fantasías de nuestra mente y a las brutalidades de nuestra voluntad. Ese puntito de nada y de absoluta pobreza es la pura gloria de Dios en nosotros. Es como un diamante puro, fulgurando con la invisible luz del cielo. Está en todos, y si pudiéramos verlo, veríamos esos miles de millones de puntos de luz reuniéndose en el aspecto y fulgor del sol que desvanecería por completo toda la tiniebla y toda la crueldad de la vida, un punto de oro, en ti.” Thomas Merton. Le point vierge (El punto virgen).

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