En aquel tiempo, el pueblo estaba en expectación y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos: Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. El os bautizará con Espíritu Santo y fuego.
En un bautismo general, Jesús también se bautizó. Y, mientras oraba, se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre él en forma de paloma, y vino una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo, el amado, en quien me complazco.»
… Hoy, contemplamos a Cristo entrando en el cauce del Jordán, y siendo ungido por el Espíritu para hacer el bien. Escucha la voz del Padre; «Tú eres mi Hijo, el amado, en quien me complazco.» Esas palabras se las dice el Padre a Jesús, te las dice a ti, me las dice a mí.
Contempla al Padre, contempla al Hijo, contempla al Espíritu Santo. Y entra también tú en el río de esa corriente, una corriente de amor. En la cotidianidad, Jesús, nos confirma en el bien. Y nos dice, Yo voy contigo. También para ti, su voz. Lee, escucha el Evangelio, sigue a Jesús hoy.