Jn 14, 15-16. 23b-26.
Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «Paz a vosotros.»
Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.
Jesús repitió: : «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.»
Y dicho esto, eshaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»
… Al leer, escuchar, y sentir este Evangelio, no puedo dejar de unir Pascua-Pentecostés. Y sentir una gran alegría, una gran dicha. Una gran paz. Y quiero acoger esa acición de Jesús; «eshaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo.»
¡Recíbele! Repite en tu interior: Espíritu Santo, ¡ven!.
El viento lo leí como Dios barriendo la oscuridad, afirmando su herencia y dando vida a lo que de otra manera no tiene vida. Si la presencia es fantasmal, es santo fantasmal . Se activa y levanta.