Domingo XXIII T. Ordinario. A

Domingo XXII T. Ordinario. A
29 agosto, 2020
Domingo XXIV T. Ordinario. A
12 septiembre, 2020

Mt 18,15-20.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un gentil o un publicano. Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo. Os aseguro, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.»

 

Si te hace caso, has ganado a tu hermano. Mi hermano, mi hermana, es una ganancia, un tesoro. Invertir en lazos de fraternidad y libertad, de cuidado y custodia, es la única economía que producirá un verdadero crecimiento del bien común. Corregir y perdonar son obras del Espíritu Santo:
Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo,
doma el espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero…
La novedad está en que esas obras no las realiza el Espíritu Santo desde fuera, como si fuera un poder externo, independiente de nosotros, sino a través de aquello que nosotros vamos impulsando, promoviendo, realizando, como testigos y portadores del Espíritu de Cristo. Somos nosotros los que podemos y debemos obrar sus obras. Jesús ha creído en la capacidad de cambio de los seres humanos, y por eso cree en ese camino de la corrección mutua. Ese cambio de mente, para dejar el pasado y pensar/obrar de otra manera constituye un momento clave de la educación, promovida por el Espíritu Santo, en la línea de Jesús.

Corregir es buscar, es perdonar y amar. La tarea del pastor/educador empieza cuando busca a la persona. No es la oveja la que se empieza arrepintiendo y busca al pastor, como en la parábola del hijo pródigo que vuelve a casa, sino que es el mismo pastor el que va por los campos a buscarla.
En este contexto, «corregir» no es amonestar, ni condenar, sino buscar, procurando de todas las maneras el cambio no solo de la oveja errante, sino del resto de aquellas que quieren extraviarse o se pierden.
¡Eres mi hermano, mi hermana y oro por ti! Tú, hazlo por mí.

Lee, medita, ora, contempla.