Domingo XXV T. Ordinario. A

Domingo XXIV T. Ordinario. A
12 septiembre, 2020
Domingo XXVI T. Ordinario. A
26 septiembre, 2020

Mt 20,1-16.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «El Reino de los Cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: «Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido.» Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: «¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?» Le respondieron: «Nadie nos ha contratado.» Él les dijo: «Id también vosotros a mi viña.» Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz: «Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros.» Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: «Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno.» Él replicó a uno de ellos: «Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?» Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos.»

 

… Comienza haciendo silencio, Jesús sale a tu encuentro. Dios es el agricultor que invierte más pasión y más expectativas, con sudor y poesía, con paciencia e inteligencia. El trabajo que más le importa: cinco veces, de hecho, sale a buscar trabajadores.
Esta parábola se me hace viva, y admiro a este Dios, que busca a todos los que hoy pasan por el vértigo de no tener trabajo; me encontré con un padre joven con su niño de 5 años, esperaba en la cola de la Cocina Económica: hermana, me dijo, necesito trabajar.
Sí, como Tú, Dios nuestro, llevo dentro estos días a ese padre. Y me ayuda a comprender esta Palabra. No sé su nombre, pero lo reconoceré cuando lo vuelva a encontrar. Lo encontraré, y me gustaría que pudiera decirme: Sí, tengo trabajo.
Tus acciones, Señor, son mi alegría,
y mi júbilo, las obras de tus manos.
Recibe su Palabra, y sé su mano alargada y compasiva. Nuestro Dios, cuenta también contigo.

Monasterio de San Pelayo
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