Mt 25, 1-13.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «Se parecerá el reino de los cielos a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas. Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite; en cambio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas. El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz: «¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!» Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las sensatas: «Dadnos un poco de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas. «Pero las sensatas contestaron: «Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis.» Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron también las otras doncellas, diciendo: «Señor, señor, ábrenos.» Pero él respondió: «Os lo aseguro: no os conozco.» Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora.»
… En estos tiempos recios, de pandemia por el Covid 19, de preocupación, ¿qué nos dice esta Palabra que escuchamos? ¿Qué aprendemos de ella?
Que necesitamos tener claro en qué nos jugamos la vida y cómo tenemos que organizarla en función de aquello que deseamos por encima de todo. ¿Que, por qué no compartieron el aceite? Porque la “punta de flecha” de esta parábola va dirigida a un solo blanco: decirnos que el Reino está cerca y que hay que estar preparado para acogerlo; que el Señor está llegando para realizar con nosotros una alianza nupcial, y que su llegada es algo tan grande y determinante, que hay que poner en marcha todos los recursos de que disponemos para recibirle. “Los ojos fijos en Jesús”.
El aceite de nuestra lámpara es aquello que en nuestra vida es único, intransferible y no comunicable y ordenarse supone elegir, recibir a Jesús. El Reino de los Cielos es como un encuentro. Vive cuidando el encuentro, así tendrás aceite y tendrás luz para tus hermanos y hermanas.
Lee, medita, ora, contempla.