Sí, este domingo, no podemos acompañar a Jesús procesionalmente por el aislamiento social. La iglesia nos invita a vivirlo «de otra manera». Ya que nuestro bautismo nos da la capacidad para unirnos a Jesús y celebrar la memoria de su muerte y resurrección.
Jesús sigue la tradición de su pueblo, el Rey Salomón, hijo de David, también fue recibido con gran alegría al llegar al pueblo: “Los allegados de David hicieron montar a Salomón sobre la mula del rey… todo el pueblo gritó: ‘Viva el rey…’ Subió después todo el pueblo detrás de él; la gente tocaba las flautas y manifestaba tan gran alegría que la tierra se hendía con sus voces” (1 Re 1, 38-40).
En la entrada de Jesús se unen la alegría y la esperanza. El Rey digno en su señorío, con el Jesús sencillo y cercano montado en un pollino en la humildad. La propia sencillez de Jesús le lleva al triunfo. Jesús entra en Jerusalén como hoy entra en nuestros pueblos y ciudades, con el grito de alegría y la expectación de los niños que lo acogen. Alegres, sorprendidos sin acabar de entender lo que acontece. Es la alegría y la duda. La sorpresa y la admiraciónSemana Santa nos da de nuevo la oportunidad de celebrar a Jesús que entra en nuestras vidas. En la alegría y en el dolor. Es momento para mirarnos desde el Evangelio y acompañar a Jesús para conmovernos con Él en su sufrimiento y en el de tantos hermanos nuestros que sufren. Lo estamos viviendo cada día. Aprendamos de él la entrega como escuchamos: «Hasta el extremo.»
Para que nuestra fe vaya mucho más a lo profundo y no se quede solo en ritos externos. Dios conoce hasta el último rincón de nuestro ser y hoy nos pide más que nunca un corazón que viva la caridad hasta el extremo. Así debemos disponernos a caminar con Jesús, cuya meta final es su Resurrección.