Fiesta del «encuentro»

IV Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo B
27 enero, 2018
Fiestas en Febrero. Día 2, Presentación del Señor; Día 3, San Blas
1 febrero, 2018

      La fiesta de la Presentación, el 2 de Febrero, celebra una llegada y un encuentro; la llegada del anhelado Salvador, núcleo de la vida religiosa del pueblo, y la bienvenida concedida a él por dos representantes dignos de la raza elegida, Simeón y Ana. Por su edad, estos dos personajes simbolizan los siglos de espera y de anhelo ferviente de los hombres y mujeres de la antigua alianza. En realidad, ellos representan la esperanza y el anhelo de la raza humana.

      Al revivir este misterio en la fe, la Iglesia da de nuevo la bienvenida a Cristo. Ese es el verdadero sentido de la fiesta. Es la «Fiesta del Encuentro», el encuentro de Cristo y su Iglesia. Esto vale para cualquier celebración litúrgica, pero especialmente para esta fiesta.  La liturgia nos invita a dar la bienvenida a Cristo y a su madre, como lo hizo su propio pueblo de antaño: «Oh Sión adorna tu cámara nupcial y da la bienvenida a Cristo el Rey; abraza a María, porque ella es la verdadera puerta del cielo y te trae al glorioso Rey de la luz nueva».

      En la bendición de las candelas y la procesión, el celebrante recuerda cómo Simeón y Ana, guiados por el Espíritu, vinieron al templo y reconocieron a Cristo como su Señor. Y concluye con la siguiente invitación: «Unidos por el Espíritu, vayamos ahora a la casa de Dios a dar la bienvenida a Cristo, el Señor. Le reconoceremos allí en la fracción del pan hasta que venga de nuevo en gloria».

      Se alude claramente al encuentro sacramental, al que la procesión sirve de preludio. Respondemos a la invitación: «Vayamos en paz al encuentro del Señor»; y sabemos que este encuentro tendrá lugar en la eucaristía, en la palabra y en el sacramento. Entramos en contacto con Cristo a través de la liturgia; por ella tenemos también acceso a su gracia. San Ambrosio escribe de este encuentro sacramental en una página insuperable: «Te me has revelado cara a cara, oh Cristo. Te encuentro en tus sacramentos».

      La procesión representa la peregrinación de la vida misma. El pueblo peregrino de Dios camina a través de este mundo,  guiado por la luz de Cristo y sostenido por la esperanza de encontrar finalmente al Señor de la gloria en su reino eterno.

      Acogiendo en el corazón el deseo de ser «bendecidos,» para ser «bendición.»