LA CASA DE MI PADRE

DEL DESIERTO AL EVANGELIO DE LA LUZ
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ORAR, ABRIRNOS A LA LUZ
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Jn 2, 17
«Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre.»

A medida que se acerca la Pascua, este gesto, y las palabras que lo interpretan, resuenan llenos de profecía: ¡No hagáis de la casa de mi Padre un mercado!
Del templo de Jerusalén, de cada iglesia, pero sobre todo del corazón. Jesús repite su advertencia a todo creyente: no vendáis la fe.
La vida no avanza por decreto sino por la moción de los afectos. Por la atracción que, nacida de una belleza, une y fascina. Nuestra existencia es una vida recibida y habitada. Por tanto, sagrada. Dios está esperándonos en todas las personas, en todas las oportunidades, en todas las situaciones.
Dios en mí, incremento de lo humano, vida bella, paz y fuerza, sorpresa, encanto, horizonte, caída y resurrección; otras vidas dentro de mi vida.
Contribuye a la paz, cuida de toda persona humana, no mates, lo que Dios tanto quiere.
Lee, medita, ora, contempla

Monasterio de San Pelayo
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