«La hora más densa…»

Jueves Santo. Ciclo C
18 abril, 2019
Viernes Santo en la Pasión del Señor. Ciclo C
19 abril, 2019

 

 

 

Hoy celebramos ya la Pascua, en su primer momento, el de la Muerte. La Pascua abarca un doble movimiento, descendente y ascendente, y es un único acontecimiento: muerte y resurrección del Señor. Los tres días se celebran como un único día, y tiene una única Eucaristía, la de la Vigilia, punto culminante del Triduo, donde no se recordará sólo el aspecto glorioso, sino toda la «inmolación del Cordero Pascual». Pascua no es sólo la resurrección: antes es la Muerte. No podemos quedarnos en celebrar sólo la Muerte, pero tampoco sólo en la glorificación. Por eso, la celebración de hoy con un tono de fe pascual y esperanza, tiene con todo un clima de sobriedad y admiración contenida por el gran acontecimiento de la entrega del. Es la hora de la más densa oscuridad. En pleno mediodía nada puede verse. Es el eclipse total de la razón. Son los esquemas humanos, nuestras ideas sobre Dios ocultas por la oscuridad. La razón tropieza y se despeña y desaparece en el vacío del escándalo de la cruz.

Cuando Jesús, se apaga en un silencio de muerte, he aquí que es nuevamente desgarrado por una voz: «Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios» (Mc 15,39). Por fin alguien ha arrancado de las tinieblas la silueta auténtica de Cristo. El «reconocimiento» sucede en la oscuridad. La luz depende de nosotros. Debe estar en nuestra mirada. Al centurión romano le salió esa confesión de fe desde una mirada más penetrante que los demás. El Espíritu le había encendido algo dentro. Algo que le permitió ver claro, identificar al ajusticiado.

La Madre estaba allí, junto a la Cruz. No llegó de repente al Gólgota, le siguió paso a paso, con su corazón de Madre.

Y ahora está allí como madre, al pie de su Hijo, signo de contradicción como El, totalmente de su parte. Pero solemne y majestuosa como una Madre, la madre de todos, la nueva Eva, la madre de los hijos dispersos que ella reúne junto a la cruz de su Hijo. Maternidad del corazón, que se ensancha con la espada de dolor que la fecunda. La palabra de su Hijo que alarga su maternidad hasta los confines infinitos de todos los hombres. Madre de los discípulos, de los hermanos de su Hijo. La maternidad de María tiene el mismo alcance de la redención de Jesús.

María contempla y vive el misterio con la majestad de una Esposa, aunque con el inmenso dolor de una Madre. Juan la glorifica con el recuerdo de esa maternidad. Ultimo testamento de Jesús. Ultima dádiva. Seguridad de una presencia materna en nuestra vida, en la de todos. Porque María es fiel a la palabra: He ahí a tu hijo.

Vivamos este día desde «el silencio» el gran misterio de la muerte de Jesús. Que nuestro corazón en la densidad del silencio, espere con gozosa alegría La Pascua.

Te invito a compartir la celebración de la VIGILIA PASCUAL con la Comunidad.

La eucaristía de la noche santa de la Pascua tiene un encanto especial como anuncio eficaz de la muerte del Señor y proclamación gozosa de su resurrección en la espera de su venida (cf. 1 Cor 11,26; 16,22; Ap 22,17.20). Pero la atención maternal de la Iglesia está dedicada a los nuevos hijos:
«Escucha, Señor, la oración de tu pueblo y acepta sus ofrendas, para que la nueva vida que nace de estos sacramentos pascuales sea, por tu gracia, prenda de vida eterna»

 

VIGILIA PASCUAL 

Sábado Santo  22:30