Navidad. Misa del día. A-B-C

Navidad. Misa de medianoche. Ciclos A-B-C
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Domingo de la Sagrada Familia: Jesús, María, José. Ciclo B
30 diciembre, 2017

  Himno de Efrén de Nísibe 

“Gracias a Aquel que llena de alegría nuestro mundo.

Al recién nacido, que rejuvenece a la humanidad.

Al Fruto que se inclina para saciar nuestra hambre.

Al Bueno, que enriquece nuestra pobreza.

Al Médico, que se acerca para curar nuestras dolencias.

Al Hijo de Dios, que con su venida da la vida al mundo.

Al Silencioso, que nos habla por su Voz.

Al oculto, cuyo Hijo se hace visible.

Al Viviente, cuyo Hijo se hace mortal.

Gloria a la Fuente que nos es enviada para nuestro perdón.

Gloria al Misericordioso que lleva nuestras cargas.

Gloria a su venida, que da la Vida a los seres humanos.

Gloria al que viene a nosotros por su Primogénito.

Gloria al Grande, cuyo Hijo desciende para hacerse pequeño”.

 

 

Jn 1, 1-18.

En el principio ya existía la Palabra. La Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Ya al principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las tiniebla, y la tiniebla no la recibió.

La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino y en el mundo estaba, el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios.

Y la Palabra se hizo carne, y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad.