«Revelación del AMOR»

Santísima Trinidad. Ciclo B
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Cuerpo y Sangre de Cristo. Ciclo B
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La solemnidad de la Trinidad se celebra ya dentro del tiempo ordinario, que reiniciamos este año en la semana séptima. Ha terminado el tiempo de Pascua y Pentecostés fue la última celebración de ese tiempo Pascua. La liturgia de hoy guarda una cierta relación con la festividad anterior, en la que honrábamos al Espíritu Santo. El misterio de la Trinidad es uno de los más hondos de nuestras creencias y una dimensión de Dios que Jesús de Nazaret nos enseñó.

La revelación que Dios ha hecho de sí mismo a lo largo de la historia nos ha permitido a la humanidad conocer el misterio profundo de este Dios que, siendo uno en la esencia, es trino en las personas. Su cercanía con nosotros, una cercanía que ya maravillaba al pueblo de Israel en la primera lectura (Dt 4,32-34.39-40), cuando Dios daba a su pueblo su nombre, una ley, una forma de relacionarse, de relacionarse Dios, con nosotros.

Pero su acercamiento ha llegado a tal punto, a “plenitud”, cuando el mismo Hijo de Dios, que habitaba en Dios y era Dios, se ha hecho uno como nosotros, revelándonos su ser Dios y el del Espíritu. Esto no lo podemos llegar a conocer “por la carne y por la sangre”, y, sin embargo, la fe nos lo ha hecho accesible; no es una deducción lógica, razonable, de quien lee el evangelio y adquiere, por su propia inteligencia, esta conclusión. Dios se ha acercado tanto a nosotros al hacerse uno como nosotros que ha aprovechado esa ausencia de distancia para inscribir, en lo profundo de nuestros corazones, la verdad sobre su ser, y al escucharla en la Iglesia, al leerla en la palabra, asentimos y adoramos.

Aquello que la Iglesia ha reconocido, ha creído sobre Dios, lo ha llevado a la celebración: porque lo que se cree, se celebra. Así, con esa fórmula trinitaria recibida bautiza, y con esa fórmula trinitaria comienza y ora en la celebración sacramental. En esta fórmula trinitaria, por tanto, encontramos no solamente la actitud dinámica de Dios hacia su pueblo, su constante salir de sí para ser conocido, sino también la actitud propia de la comunidad y del creyente, si quiere escuchar y seguir a su Dios. Un Dios que se está siempre ofreciendo, que siempre está buscando darse a los hombres para que estos tengan vida eterna.

Esa perspectiva trinitaria resuena en boca de Jesús en las últimas palabras que dijo a los Apóstoles antes de su retorno definitivo al Padre: «Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» Todas las gentes, invitadas y llamadas a unirse en una sola fe, están marcadas por el misterio de Dios uno y trino. Todas las gentes están invitadas y llamadas al bautismo, que significa la introducción en el misterio de la vida divina de la Santísima Trinidad, a través de la Iglesia de los Apóstoles y de sus sucesores, signo visible de la comunidad de los creyentes

                              EL ICONO DE LA TRINIDAD DE RUBLËV

La Trinidad es una verdad que la fe impone, pero que no llega a transformar del todo nuestras vidas. Y sin embargo al revelarnos el misterio de la Trinidad, Dios nos ha revelado que él vive la vida más cercana y parecida a la nuestra, la vida de familia, en la que hay entrega total, comunicación entera y absoluta complacencia. Dios ha revelado que su vida es toda ella don, amor, alegría de amar y de ser amado. Dios es Padre, es Hijo y es Espíritu Santo.

Representar a Dios siempre ha sido un reto y esfuerzo del arte cristiano. Para muchas obras artísticas son un compendio teológico de los dos misterios fundamentales: la Unidad-Trinidad de Dios y la encarnación redentora de Cristo. Pero ninguna pintura ha alcanzado la intensidad, la sublimidad y la profundidad de intuición mística como la “Trinidad de Andrej Rublëv” (siglo XV). El pintor ruso ha concentrado toda la atención en tres ángeles, sentados en torno a una mesa, signo de la Eucaristía. El de la derecha representa al Espíritu Santo, el del medio al Hijo y ambos se inclinan ante el ángel de la izquierda, que permanece erguido y es figura del Padre, que con simplicidad y autoridad los preside en el amor. Todo el icono tiene una animación en movimiento circular y transmite armonía y concordia.

    Dios es Padre, es decir, fuente inagotable, inmortal e infinita de todo cuanto existe; principio de unidad y generosidad; signo del amor que no pasa nunca y garantía providente.

    Dios es Hijo: El que manifiesta al Padre, el que publica su gloria, el que es imagen purísima: Dios de Dios, Luz de Luz, como confesamos en el Credo.

    Dios es Espíritu. La entrega del Padre al Hijo y del Hijo al Padre es una realidad tal que se convierte en una Persona, en un Espíritu de amor y entrega. Es transparencia del espíritu de unión y de vida de la Trinidad Santa.

 

 

rezandovoy

Ora30´