«Seguimos las huellas…»

VI Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo B
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I Domingo de Cuaresma. Ciclo B
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…sí, iniciamos un camino siguiendo las huellas de Jesús y de tantos cristianos que a lo largo de los años en este tiempo  iniciaron y  nuevamente, siguen iniciando, «este camino de Cuaresma». Lo iniciamos con toda la Iglesia.

En este inicio, se bendice la ceniza con agua, lo que nos recuerda nuestro propio origen: «estamos hechos del polvo del suelo amasado por las manos artesanales del Creador, como vasos de barro en la manos del Alfarero divino.»

San Benito nos dice: Aunque la vida del monje debería responder en todo tiempo a la observancia cuaresmal, sin embargo, como son pocos los que tienen semejante fortaleza, por eso invitamos a guardar la propia vida en toda su pureza en estos días de cuaresma, y borrar, todos juntos, en estos días santos, todas las negligencias de otros tiempos.

La Regla no señala minuciosamente qué prácticas se deben realizar en la cuaresma, sino que pone el énfasis en el espíritu con que se debe vivir la cuaresma: el deseo de la pascua. Ese Espíritu es el que debe animar todas nuestras renuncias y esfuerzos, por eso exige unos criterios de discernimiento.

Sería precioso que, en cada Cuaresma, en cada momento, cuando nos detengamos a revisar nuestra vida, podamos hacerlo con esta rica y completa idea de conversión, para que de verdad y plenamente podamos responder al amor de Dios que nos invita a renacer.

Los cuarenta días de la Cuaresma, nos permiten revivir con Cristo en el desierto los cuarenta años del camino de los hebreos hacia la tierra prometida.

Esa misma experiencia de intimidad con Dios desea revivir la comunidad de los creyentes en su camino hacia la Pascua.

Este camino tiene de “novedad” La Pascua. Entramos al desierto de la Cuaresma con Jesús. No entramos solos; entramos serenamente fortalecidos por la presencia silenciosa y exigente de Jesús. Entramos con El que es la Palabra. Lo más importante es asumir, contemplar, asimilar la Palabra de Vida. El Espíritu como a Jesús, es el que nos irá conduciendo.

Cuidemos esta llamada de la Iglesia, y saboreemos «La Palabra que cada día nos da» para el camino. Este «camino» es personal, lo hacemos cada uno acogiendo esta Luz. en un espacio espacio de silencio, de escucha. 

El Papa Francisco nos lo recuerda en su mensaje para esta Cuaresma:

«Invito especialmente a los miembros de la Iglesia a emprender con celo el camino de la Cuaresma, sostenidos por la limosna, el ayuno y la oración. Si en muchos corazones a veces da la impresión de que la caridad se ha apagado, en el corazón de Dios no se apaga. Él siempre nos da una nueva oportunidad para que podamos empezar a amar de nuevo.»