Señor mío y Dios mío.

Jesús, está resucitando en ti.
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Señor mio y Dios mio

Los ocho primeros días de la cincuentena forman la octava de Pascua, que se celebra como solemnidad del Señor. Esta semana -in albis,- como se denomina en el rito romano- surgió en el siglo IV por el deseo de asegurar a los neófitos, a los nuevos bautizados, una catequesis acerca de los divinos misterios que habían experimentado. El domingo que cierra la semana, el octavo día, constituye el día más solemne del año litúrgico después del domingo de Resurrección.

      Como explica Benedicto XVI «Hoy domingo concluye la Octava de Pascua», como un único día «hecho por el Señor»,  marcado con el distintivo de la Resurrección y por la alegría de los discípulos al ver a Jesús. Desde la antigüedad este domingo se llama «in albis», del nombre latino alba, dado por la vestidura blanca que los neófitos llevaban en el Bautismo la noche de Pascua, y que se quitaban después de ocho días» (Homilía 21 Domingo de Pascua, 11.IV.2010)

     En el octavo día se repite la escena de la aparición de Jesús resucitado a sus discípulos. Ahora las puertas están solo cerradas y no ya trancadas. Ya no hay miedo. Han sido confirmados en el Espíritu del resucitado y también en su fuerza y decisión.

Pero hay uno que duda. Tomás no estuvo donde tenía que estar y no vio al resucitado. Además duda y quiere signos. Lo normal. Lo que nos pasa a todos. Si no vemos, no creemos; y aun viendo tampoco creemos. No nos fiamos fácilmente.

Tomás es corregido por Jesús amablemente pero accede a que le toque su cuerpo y las señales de su identidad. Tomás toca pero ya va de creyente ante el encuentro con el resucitado. Y le proclama Señor y Dios. Es la afirmación más fuerte de la filiación divina de Jesús que sale de un corazón humano. Tomás se vuelve un testigo “fuerte” de la resurrección y de la divinidad del resucitado.

Pero Jesús no se queda ahí y va más allá. Jesús abre la vía para la fe de muchos que, sin haber visto, creerán. La vía de la experiencia histórica de ver y tocar al resucitado será de unos pocos, por muchos que pudieran ser. La vía de la fe por el testimonio de los primeros testigos será la vía de millones de hombres y mujeres que a lo largo de la historia han creído y creen en el Señor Jesús, el Hijo de Dios vivo.

    El salmo responsorial, más que comentar la lectura 1ª, sintoniza con la Pascua que estamos celebrando: “hay cantos de victoria en las tiendas de los justos”, y nos invita a alabar a Dios: “dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia”. En ningún tiempo como en este tenemos motivos para expresar esta alegría, porque sigue siendo “el día en que actuó el Señor y tiene que ser nuestra alegría y nuestro gozo”.