A Escolástica lo que le importa, lo que quería por encima de todo era estar con su hermano, no por ser su hermano de sangre, sino más bien porque juntos compartían y disfrutaban de las cosas de Dios. El tiempo no pasaba para ellos porque se alimentaban mutuamente, de lo que mutuamente vivían en su interior. Por eso, todo un día y toda una noche juntos, le sabía poco a Escolástica. Cuando de verdad se hace lo que se ama y se ama lo que se hace hay tiempo, todo parece eterno; porque donde hay amor, hay vida… y la vida no termina, en este sentido, no termina nunca.
Que en cada una de nuestras vidas, en lo cotidiano de nuestra vida, en el trasiego del trabajo, en la historia personal y comunitaria PUEDA MÁS EL AMOR.
Os invito a leer el encuentro de San Benito y Santa escolástica en el II Libro de los Diálogos de san Gregorio Magno, en su capítulo XXXIII