Testigo fiel del Amor

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Testigo fiel del amor

 

 

 

    Mártir es la persona que sufre una muerte violenta para dar testimonio de una verdad religiosa o a causa de una práctica que se deriva de esa verdad el martirio es posible porque existen personas que prefieren sacrificar su vida a ser infieles a sus propias convicciones.

Durante tres años y medio, Pelayo permaneció como prisionero de Abderramán III. Sus compañeros de cautiverio cuentan que su comportamiento era “casto, sobrio, apacible, prudente, atento a orar, asiduo a su lectura”. Solía discutir también con los musulmanes sobre temas religiosos y pudo vivir en paz en prisión hasta que Abderramán III se encaprichó de él.

    Para el mártir no todo vale; pueden darse situaciones en que la conciencia exige aceptar la persecución y el sacrificio de la vida en testimonio de la verdad.
San Pelayo en su corta edad, nos deja su testimonio: Sí, oh rey, soy cristiano. Lo he sido y lo seré por la gracia de Dios. Todas tus riquezas no valen nada. No pienses que por cosas tan pasajeras voy a renegar de Cristo, que es mi Señor y tuyo aunque no lo quieras.

Estas palabras no se improvisan y son reveladoras de un magnífico temple forjado desde los primeros años de la vida que pasó al lado de su tío en el Santuario-Catedral, entregado de lleno al canto de la liturgia y al estudio de la Sagrada Escritura y ciencias profanas. Junto con su tío, el obispo Hermogio fue apresado por los musulmanes y llevado a Córdoba (920).

“Abderramán le dijo sin titubeos:  – «Niño, te elevaré a los honores de un alto cargo, si quieres negar a Cristo y afirmar que nuestro profeta es auténtico. ¿No ves cuántos reinos tengo? Además, te daré una gran cantidad de oro y plata, los mejores vestidos y adornos que precises. Recibirás, si aceptas, el que tú eligieres entre estos jovencitos, a fin de que te sirva a tu gusto, según tus principios. Y encima te ofreceré pandillas para habitar con ellas, caballos para montar, placeres para disfrutar. Por otra parte, sacaré también de la cárcel a cuantos desees, e incluso otorgaré honores inconmensurables a tus padres si tú quieres que estén en este país.

Pelayo respondió decidido: –«Lo que prometes, emir, nada vale, y no negaré a Cristo; soy cristiano, lo he sido y lo seré, pues todo eso tiene fin y pasa a su tiempo; en cambio, Cristo, al que adoro, no puede tener fin, ya que tampoco tiene principio alguno, dado que Él personalmente es el que con el Padre y el Espíritu Santo permanece como único Dios, quien nos hizo de la nada y con su poder omnipotente nos conserva».

Cuando oigas el sonar de la campanas, escucha, como una invitación. Si «entras…,siempre sales con paz y gozo en el corazón»