V Domingo de Pascua. La vid

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Para entrar en este domingo nos acompaña esta bella imagen con la que Jesús se identifica: «La vid»,  junto con el canto de los pájaros en la naturaleza, «alabando a su Creador».

 

Jesús comienza diciendo: “Yo Soy la Vid verdadera”, recordemos que la expresión “Yo Soy,» expresaba la identidad de Dios y se vinculaba a su nombre, como el Ser por encima de cualquier otro.

Jesús es la Vid verdadera, el Hijo de Dios se identifica con la Vid, el mismo se ha convertido en Vid, se ha dejado plantar en la tierra por su Padre el viñador; para dar vida en él.

Los sarmientos son las ramas de la Vid, donde brotan hojas y racimos, es decir los frutos. Si éstos no están unidos al tronco principal, la savia de la planta no llega y por lo tanto no produce ni hojas ni frutos. Llegado el momento oportuno, el viñador poda a los sarmientos, esto implica dolor y pérdida, pero es necesaria para que crezcan con fuerza y produzcan más frutos.

La centralidad de este Evangelio, nos pone a nosotros en el lugar de los sarmientos, y al Señor como la Vid verdadera, es una invitación a permanecer adheridos al Señor, porque los sarmientos para dar frutos tienen que estar unidos a la Vid, de lo contrario, se secan y no dan frutos, por lo que son recogidos y tirados al fuego.

La primera lectura nos muestra a Pablo, que narra su conversión a los apóstoles y sus predicaciones en Damasco. La experiencia de Cristo lo llevaba a hacer una nueva lectura de la Escritura y a descubrir el plan de salvación. Su anhelo es el de predicar sin descanso a Cristo a pesar de las amenazas de muerte de los hebreos de lengua griega.

Dar frutos permaneciendo unidos a Cristo. «Permanecer» es una palabra clave en el vocabulario de san Juan. En el original griego (menein) se encuentra 68 veces en los escritos de san Juan y 118 en el Nuevo Testamento. En el sentido más fuerte expresa la unión entre el Padre y el Hijo. En sentido más amplio expresa la unión entre Dios y aquel que tiene fe y observa sus mandamientos. La parábola de la vid y los sarmientos nos invita de modo particular a «permanecer unidos a Cristo».

Es claro que un sarmiento, si no permanece unido a la vid, no puede dar fruto. Se seca y no sirve sino para lanzarlo al fuego. Para el sarmiento no hay alternativa: o permanece unido a la vid o es arrojado al fuego.

 

 

 

 

rezandovoy

Ora30´