«Conozco a mis ovejas…»

… conozco a las mías y las mías me conocen.
24 abril, 2021
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26 abril, 2021

Buen Pastor

    Jesús, Buen Pastor, es hoy la figura dominante del evangelio. Quienes oían a Jesús conocían la tradición del profeta Ezequiel. El buen pastor no huye ante el peligro, vela por las ovejas, las llama por su nombre, busca la oveja perdida, pone sobre sus hombros a la herida y no se apacienta a sí mismo.

   El Profeta anunciaba cómo debían de ser los dirigentes de Israel, con una imagen muy bella y comprensible para un pueblo de campesinos. El icono entrañable del Buen Pastor, cargando sobre sus hombros la oveja perdida, se representó desde los primeros tiempos del cristianismo. El Buen Pastor hoy nos habla cómo deben ser sus ovejas: las que escuchan su voz, conocen su acento y le siguen. En el contexto pascual, esta alegoría nos dice cosas importantes. Jesús condujo a los suyos ayer, y los conduce hoy y siempre. Los cristianos debemos tomar conciencia de la actualidad y centralidad de la persona de Cristo resucitado que no deja de conducir él mismo, personalmente, a su Iglesia.

Escuchar la palabra y conocer a la persona, en el lenguaje bíblico, significa creer y encontrarse en intimidad. Él entrega su vida por ellas y además les da, por encargo del Padre, la vida eterna de tal manera que nadie podrá ya arrebatarlas de su mano. Esta imagen nos es familiar en la Iglesia pues Él mismo no deja de conducirla, personalmente. Si bien elige a unos pocos como guías, nadie le sucede y nadie le suplanta o sustituye. Él sigue viviendo junto a los suyos siempre. Los que él designa y llama, le siguen y participan de su vida, de su modo de ser, de su manera de obrar y hablar. Son él y esto exige obrar como él.
En el primer volumen de su obra “Jesús de Nazaret”, Benedicto XVI escribía que el verdadero pastor no “posee” las ovejas como si fueran un objeto que se usa y se consume. Ellas le “pertenecen”, precisamente en ese conocimiento mutuo que es una aceptación interior. Una aceptación que es mucho más profunda que la simple posesión de las cosas.

 

Jesús nos llama, nos invita a ser «buen pastor» como El, en nuestra vida de cada día.