Domingo de la Sagrada Familia. B

Navidad. Misa del día
24 diciembre, 2020
Ora 30′. Oraciones disponibles aquí
28 diciembre, 2020

Simeón con Jesús en brazos.

Lc 2, 22-40.

Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor. (De acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo primogénito varón será consagrado al Señor»), y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones». Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre honrado y piadoso, que aguardaba el Consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo. Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.»
Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo, diciendo a María, su madre: «Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma.»
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén. Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.

 

… Se trata de la Sagrada Familia, y el Evangelio nos habla también de Simeón y de Ana., Ellos han permanecido jóvenes gracias a la esperanza. Tuvieron el coraje del propio sueño. No han renunciado nunca a la locura del deseo, no se han dejado vencer, por el trabajo de siempre, las personas de siempre, no han endurecido su corazón. Hay que estar preparados para no perder la cita. Porque Dios viene, y está. A Simeón le brota una exclamación… «Es la plegaria que repiten los orantes de la Iglesia, todos los días, al «completar la jornada». ¿Ves que estas actitudes, te dicen algo de la familia?    

Lee, medita, ora, contempla.