Domingo de ramos

Semana Santa
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Domingo de Ramos, todo está preparado para acompañar a Jesús en su entrada triunfal a Jerusalén. Las expectativas de un Mesías rey y guerrero, que liberara al pueblo de la opresión causada por el injusto invasor, se han ido desvaneciendo con el tiempo y han sido reemplazadas por la certeza de un Mesías Pastor y Siervo que triunfa entregando su vida, que triunfa amando hasta el extremoJesús entra como uno de tantos, como un hombre solidario con la causa de su pueblo y capaz de establecer una comunicación cercana y sencilla con los suyos. La celebración y los textos de hoy nos regalan una cantidad de imágenes y mensajes para nuestra reflexión.

Entra triunfante para dar la vida. No deja de sorprender la algarabía, la emoción y la hermosura del momento de la entrada de Jesús a Jerusalén. La expresión gozosa de los niños que cantan y extienden los mantos ante el borrico que trae al Señor contrasta con la dureza del texto de la pasión y con la consolidación de la estrategia de los líderes políticos y religiosos para acabar con Jesús y poner fin a la revolución del amor iniciada por este profeta itinerante de Nazaret. Los gestos de la fiesta no ocultan la realidad: ¡Jesús entra para morir! Entra en medio del reconocimiento  de los suyos y con una sonrisa cautivadora -como la del Cristo de Javier en Navarra-porque su mayor alegría está en dar la vida por la humanidad. No se la quitan, la entrega generosamente para reconstruir el proyecto de humanidad que con el Padre soñaron en la primera hora de la creación. Su mayor alegría no está en salvarse sino en dar la vida para salvarnos.

Realmente este hombre era Hijo de Dios. Un ateo hace una confesión de fe. El anónimo soldado romano ha presenciado de cerca todo el proceso contra Jesús. Ha sido testigo de un juicio amañado y del complot de sus seguidores para acabar con la propuesta de una religión centrada en el amor y no en la ley, en las personas y no en los ritos. Ha sido testigo de la entereza y del valor que generan las profundas convicciones de amar y servir a los hermanos, aunque ese amor y ese servicio impliquen la entrega de la vida. Ha sido testigo de la ternura y de la compasión que solo un hombre lleno de Dios puede dar. Ha sido testigo del valor que da la sintonia  con el Padre y el saber que lo que hace tiene un valor salvífico universal. Ha sido testigo, de un amor sin límite.