Mc 11, 1-10.
Se acercaban a Jerusalén, por Betfagé y Betania, junto al monte de los Olivos, y Jesús mandó a dos de sus discípulos, diciéndoles: «Id a la aldea de enfrente y, en cuanto entréis, encontraréis un borrico atado, que nadie ha montado todavía. Desatadlo y traédIo. Y si alguien os pregunta por qué lo hacéis, contestadle: “El Señor lo necesita y lo devolverá pronto.”»
Fueron y encontraron el borrico en la calle, atado a una puerta, y lo soltaron. Algunos de los presentes les preguntaron:
« ¿Por qué tenéis que desatar el borrico?»
Ellos les contestaron como había dicho Jesús; y se lo permitieron.
Llevaron el borrico, le echaron encima sus mantos, y Jesús se montó. Muchos alfombraron el camino con sus mantos, otros con ramas cortadas en el campo. Los que iban delante y detrás gritaban:
«Hosanna, bendito el que viene en nombre del Señor. Bendito el reino que llega, el de nuestro padre David. ¡Hosanna en el cielo!»