Jueves Santo
«Con gran deseo, he deseado comer esta Pascua con vosotros»
“Os he dado ejemplo…” toda la vida de Jesús es un testimonio claro y vivo para orientar nuestra vida. En el testamento que nos deja Jesús, la víspera de su pasión y muerte, se van entrelazando sus gestos de servicio, respeto y amor: el lavatorio de los pies, el mandamiento del amor, la Eucaristía y el sacerdocio. Estas acciones constituyen el memorial vivo y permanente de Jesús para la Iglesia y para toda la humanidad.
La Eucaristía. Nueva y eterna Pascua, Pan y Vino en sus manos, memorial de su entrega por amor, ofrenda de su sacrificio y banquete de comunión.
La institución del sacerdocio. Encomendar a personas que en su nombre realicen y actualicen estos misterios: los sacerdotes. Aquella noche Jesús constituyó sacerdotes a los apóstoles, los capacitó para hacer presente el misterio de su Pascua, liberación del pecado y donación de la vida. El sacerdote al servicio del memorial y, como Jesús, al servicio del pueblo cristiano.
El mandamiento del amor. Tan nuevo que lo estrenó Jesús, tan original que lo hizo típicamente suyo. “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también unos a otros.” Hoy es el día de la comunidad, de la fraternidad. “En esto conocerán que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros».
San Efrén admira las acciones de Cristo en la Última Cena:«Fue una tarde perfectísima, en la cual Cristo llevó a cabo la verdadera Pascua; fue una tarde, la última de las tardes, en la cual selló Cristo su doctrina; tarde, cuyas tinieblas fueron iluminadas… En aquella tarde, en la cual los judíos usaban los ácimos, Jesús constituyó a la Iglesia heredera en el mundo de su Sangre. ¡Oh tarde gloriosa, en la cual se realizaron los misterios, se selló el pacto antiguo, se enriqueció la Iglesia de las Gentes! Tarde bendita, tiempo bendito, en el que la Cena fue consagrada; mesa bendita que fue altar para los Apóstoles. En aquella Cena llevó a término el Señor el alimento espiritual y mezcló la bebida celestial…» (Sermones de la Semana Santa 4,7).
«¡Oh dichoso lugar! Nunca ha sido preparada una mesa como la tuya en casa de los reyes, ni en el tabernáculo, ni en el Sancta Sanctorum. En ti fue partido el pan de las primicias, tú fuiste la primera Iglesia de Cristo y el primer altar; en ti se vio la primera de todas las oblaciones» (Himno de la Crucifixión 12).
Jesús, en esta noche, nos invita a ponernos de pie, a afrontar los miedos que nos paralizan, a decir con nuestra vida que el amor es más fuerte. Jesús nos llama esta noche a decir un sí alegre, decidido, a Dios y a cada ser humano de la tierra. ¡Es tiempo de caminar en medio de la Iglesia continuando la eucaristía de Jesús!
Jesús desea que esta noche estemos con Él, que oremos con Él, y amemos, como el lo hizo. En medio del ruido ensordecedor del mal que destroza la vida de los más indefensos, nos invita a ser lámparas de aceite en medio de la noche. No dejemos. que se nos apague, estemos a su lado, envueltas en el GRAN SILENCIO ORANTE. Esperando la «promesa…»