XVII Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo C

XVI Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo C
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XVIII Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo C
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Lc 11,1-13.

Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo:
«Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos». Él les dijo: «Cuando oréis, decid: “Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación”». Y les dijo: «Suponed que alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche y le dice: “Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle”; y, desde dentro, aquel le responde: “No me molestes; la puerta ya está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos”; os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por su importunidad se levantará y le dará cuanto necesite.
Pues yo os digo a vosotros: pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, y el que busca halla, y al que llama se le abre.
¿Qué padre entre vosotros, si su hijo le pide un pez, le dará una serpiente en lugar del pez? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que le piden?».

 

Una parábola sobre la oración puesta bajo el sello de la amistad y del pan.  «Si uno tiene un amigo»: La oración es ante todo tener un amigo, es tener con Dios una relación de humildad, con las palabras del amor. Rezar es como amar. Tres verbos trazan el primer mapa, la primera arquitectura de la oración: tener, ir, decir. Ahora los amigos son tres, y este flujo de amistad es lo más conmovedor de la parábola. Se sale de la relación dual, funcional tal vez, de dos amigos gratificados, para entrar en una relación plural; el amigo que, camina en la noche y llama, no pide para sí, sino para un amigo que ha caminado durante la noche; y este mundo se cubre como una red de caminos que nos llevan de casa en casa, de corazón a corazón. En la noche con la única brújula de la amistad, orar es hacer circular el amor en el cuerpo de Cristo, por las venas del mundo. Y Dios es la fuente, la corriente subterránea y la voz de este amor. Y la oración es ir a abrir las puertas de Dios, recibir su pan de la amistad, y partirlo con los peregrinos de los caminos del tiempo, haciendo fiesta con ellos, por cada noche franqueada, por cada puerta abierta como resquicio de luz en la noche. ¿A quién, llevas en tu oración hoy? ¿Por quién quieres llamar a un amigo, para que te de pan?

Casa-del-pan, significa en hebreo Belén, la casa de Dios con nosotros. A través de las etapas, de la amistad, del pan, el sendero de Dios llega a su vuelta; Dios con nosotros.  Y si leyendo a Dios como amigo, aunque sólo por un instante has sentido que quieres a este Dios, entonces, has orado. Y somos tres. 

Lee, medita, ora, contempla.