XXXI Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo C

TODOS LOS SANTOS.
1 noviembre, 2019
Ora 30′. Oraciones disponibles aquí.
4 noviembre, 2019

Lc 19, 1-10.

Jesús entró en Jericó e iba atravesando la ciudad. En esto, un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de ver quién era Jesús, pero no lo lograba a causa del gentío, porque era pequeño de estatura. Corriendo más adelante, se subió a un sicomoro para verlo, porque tenía que pasar por allí.
Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y le dijo: «Zaqueo, date prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa». Él se dio prisa en bajar y lo recibió muy contento.
Al ver esto, todos murmuraban diciendo: «Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador».
Pero Zaqueo, de pie, dijo al Señor: «Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres; y si he defraudado a alguno, le restituyo cuatro veces más».
Jesús le dijo: «Hoy ha sido la salvación de esta casa, pues también este es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido».

 

… ¿Cuál es el motor de esta transformación? El desconcierto por la misericordia, una misericordia inesperada, inmerecida, no solicitada; asombro por la amistad. Jesús no enumeró los errores de Zaqueo, no lo juzgó, no señaló con el dedo. Se ofreció en amistad, le dio crédito, un crédito total e inmerecido. El pecador se encuentra amado. Amado sin mérito, sin razón. Simplemente amado. Y luego renace. ¡Cómo me gustaría tratar así, a las personas que están en mi camino! ¡Quiero ser Jesús!

Hoy en tu casa. Dios al alcance de todos. Dios en mi casa: en mi mesa. Para cada persona una mirada. ¡Mi casa está abierta, ven!

Lee, medita, ora, contempla.