Lc 13,1-9.
… Jesús les contestó: «¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron así? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera.»
Y les dijo esta parábola: «Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: «Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?» Pero el viñador contestó: «Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas».»
No hay otra respuesta al clamor del mundo que el primer grito del Aleluya Pascual.
Si no os convertís, todos pereceréis. Es Dios quien nos implora: convertíos, renovaos. Si nos preguntamos “como tenemos que ser”, en qué y cómo debemos convertirnos, tenemos una repuesta sencilla en el evangelio de Juan: “permanecer en Cristo” y “dar fruto” con buenas obras, orientadas a hacer una humanidad más solidaria y más humana. El papa Francisco se refiere muchas veces, a una actitud verdaderamente cristiana: vivir en esperanza, actualizando ya en el presente el futuro de un “mundo nuevo”, y de ese modo hacerlo más creíble. El objetivo esencial de este año jubilar. Haz un acto de fe y pégate al que es paciente y misericordioso.
Lee, medita, ora, contempla.