Domingo XVII T. Ordinario. A

Domingo XVI del T. Ordinario. A
14 julio, 2020
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28 julio, 2020

Julia Stankova

Mt 13,44-52.

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra. El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran. Lo mismo sucederá al final del tiempo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Entendéis bien todo esto?»
Ellos le contestaron: «Sí.» Él les dijo: «Ya veis, un escriba que entiende del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo.»

 

 

 

Busca el silencio, la calma, el tiempo para leer y escuchar la Palabra. El Evangelio se atreve a anunciar tesoros como un regalo inmerecido. El verdadero protagonista de la parábola no es el comerciante, sino el tesoro. La Palabra reaviva todas las esperanzas, reaviva todos los deseos. Una fuerza que siempre ha hecho que los discípulos, discípulas, de Jesús le sigan. Tesoro y perla son los nombres de Dios. Campesinos, buscadores y discípulos, todos avanzamos en la vida, no por decreto, sino por el descubrimiento de un tesoro, porque «donde está tu tesoro, allí está tu corazón feliz». Dios en mí, otras vidas dentro de mi vida. Y el Evangelio nos trae una alegría insospechada. Y también una confianza en la prueba. ¡Estoy contigo!

Lee, medita, ora, contempla.