Domingo XXI T. Ordinario. A

Domingo XX T. Ordinario. A
15 agosto, 2020
Domingo XXII T. Ordinario. A
29 agosto, 2020

Jorge Cocco Santángelo

Mt 16,13-20.

En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?»
Ellos contestaron: «Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas.»
Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»
Simón Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.»
Jesús le respondió: «¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo.» Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías.

 

Hoy el Evangelio propone dos preguntas que tejen el texto bíblico: ¿Quién dice la gente soy yo?  ¿quién soy yo para ti?. En esta pregunta reside el corazón palpitante de la fe. Jesús, busca relaciones. No quiere definiciones, sino implicaciones: ¿qué te pasó cuando me conociste? Su pregunta se parece a la de los amantes: ¿cuánto te cuento? ¿Qué importancia tengo yo en tu vida? Jesús no es una palabra, es una experiencia de relación.
«Tú, eres para mí, más íntimo que mi propia intimidad, me habitas, y me abrazas, tu presencia me acompaña cada día. Estar contigo, es siempre nuevo. Aunque sólo sea estar. Vivir contigo y como tú, es mi deseo. En ti, veo la luz.

Pedro dirá, ¡tú eres mi vida! Al encontrarte encontré la vida.