Jn 21,1-19.
Estamos viendo los frutos de la Pascua.
Sólo la presencia de Jesús resucitado, hace posible la eficacia de sus discípulos y la nuestra. El relato nos describe, en primer lugar, el trabajo que los discípulos llevan a cabo en la oscuridad de la noche. Están de nuevo juntos, pero falta Jesús.
El narrador deja claro que este trabajo se realiza de noche y resulta infructuoso: «aquella noche no cogieron nada». La «noche» significa en el lenguaje del evangelista la ausencia de Jesús que es la Luz. Sin la presencia de Jesús resucitado, sin su aliento y su palabra orientadora, no hay evangelización fecunda. Con la llegada del amanecer, se hace presente Jesús. Desde la orilla, se comunica con los suyos por medio de su Palabra. Sólo lo reconocen cuando, siguiendo dócilmente sus indicaciones, logran una captura sorprendente.
Las fuerzas disminuyen. ¿Hemos de seguir intensificando nuestros esfuerzos y buscando el
rendimiento a cualquier precio, o hemos de detenernos a cuidar mejor la presencia viva del
Resucitado en nuestro trabajo?
Llenamos nuestras comunidades de palabras, textos y escritos, pero lo decisivo es que, entre nosotros, escuchemos a Jesús. Vuelve a Jesús, y pídele que te haga verle.
Lee, medita, ora, contempla.