TÚ, MI TESORO

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MIRA A JESÚS
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Sab 7,7-1.

Supliqué, y se me concedió la prudencia; invoqué, y vino a mí el espíritu de sabiduría. La preferí a cetros y tronos, y, en su comparación, tuve en nada la riqueza. No le equiparé la piedra más preciosa, porque todo el oro, a su lado, es un poco de arena, y, junto a ella, la plata vale lo que el barro. La quise más que la salud y la belleza, y me propuse tenerla por luz, porque su resplandor no tiene ocaso. Con ella me vinieron todos los bienes juntos, en sus manos había riquezas incontables.

Mc 10,17…

En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló y le preguntó: «Maestro bueno, ¿Qué haré para heredar la vida eterna?»

 

Maestro bueno, ¿Qué tengo que hacer para tener realmente vida?.
Jesús lo mira fijamente. Ese hombre vive una experiencia emocionante, siente la mirada de Jesús sobre él, se encuentra con sus ojos que le quieren. Y si tuviera que continuar la historia diría: ahora va tras él, ahora se deja llevar por el encanto del Señor, no puede resistir…
Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes y dalo a los pobres, y sígueme. » Serás feliz si haces feliz a alguien.
El rico camina triste: las cosas y el dinero han ganado; ya no seguirá la vida como una llamada, sino sólo la vida, rehén de las cosas. 
Señor, que nada me separe de ti. Guárdame de la vanidad y de todo poder.  Concédeme tu sabiduría, esa luz.  Tú, mi tesoro, confío en ti. 
Lee, medita, ora, contempla.