La gran noche de la promesa de Dios

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Hola, nos acercamos al comienzo del Tiempo de Adviento. Tiempo de gracia.

Te veo, en esta noche tranquila, contemplando el cielo, las estrellas…Te estás preguntando: ¿cuál es la estrella que estoy siguiendo ahora? ¿Dónde está esa estrella, con su resplandor actual, para servirme de guía en la vida? Y así este tiempo de Adviento lo viva «de otra manera», y la Navidad sea una gozosa fiesta, un intercambio. Dios pronunció un «SI», espera que nosotros le demos el nuestro.

Algunas veces, un «sí» puede cambiar muchas cosas. Pero hay un «sí» que cambió toda la historia… la nuestra. Dios, nuestro Dios, es un Dios apasionado. Nada hacía prever, en la historia de Israel, que fuera a dar un vuelco a su modo de hacerse presente en medio de su pueblo. Pero, sorprendentemente, dio un paso que ni los profetas habían contemplado, aunque sí intuido, pero no de modo tan radical. La Encarnación, el Dios que se vuelca en la humanidad a través de su Hijo Jesús, es el sin medida del Dios Ternura: con este «sí» cambió el mundo…

Dios mueve nuestra vida a decir «sí»… Lo hizo con María, tal vez llena de miedo, temblorosa, acobardada por lo que se le venía encima. Pero ella abre la puerta a la esperanza pronunciando su «aquí estoy», su «sí» a Dios.

Es, por así decirlo, el momento en el que se encuentra el «sí» de Dios con el «sí» de toda la humanidad en la Madre, en María.

Ante el “sí” todos tenemos dudas y nos asaltan miles de temores. Pero Dios viene a librarnos del temor. Él, antes de emprender nosotros el camino, ya lo ha comenzado: ¡Él viene a nuestro encuentro! El Adviento es, no sólo el tiempo de nuestro “sí”. Es, sobre todo, el tiempo del SÍ de Dios que rompe la noche, que vence la duda, que nos abre a la esperanza y que busca encontrarse con nosotros para empezar a escribir una nueva historia en un nuevo lenguaje: el del Amor, la Reconciliación y la Ternura.

Dios nunca pide imposibles. Es más: Él siempre nos da la fuerza necesaria, a través del Espíritu (los dones del Espíritu… ¿te suenan?) para poder responder con fuerza a su invitación. El primer impulso viene de Él: Él nos susurra el deseo de atrevernos a dar un salto de confianza, a no temer lo imposible en nuestra vida. Él es el que también da el último impulso que da origen a nuestra respuesta: ¡Aquí estoy!

Tu respuesta, además, no es etérea… es concreta: se da en la vida, en tu contexto. La «conexión» que vives con Dios no es fuera del mundo… ¡estás aquí, en tu historia, en tu ciudad o pueblo, en tu comunidad, en tu grupo de amigos! Y no puedes prescindir de ese contexto para poder responder a Dios.

Nos movemos y nos conmovemos porque Dios así nos lo ha enseñado. Él es el primero en ver, sentir y abrazar nuestras historias. Sin Él nada sería igual, ni tampoco podríamos dar profundidad a lo que hacemos, por muy bien que esté. De ahí el último grito: ¡Con Dios muévete!  ¡Fíate! 

Los dos enlaces te pueden ayudar para vivir esta tiempo …

 

Ora 30´

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